No es difícil imaginar todo aquello que pasa por nuestras mentes cada día y que no somos capaces de decir, de expresar: esas son las cosas que no les puedes decir al mundo.
Ya sea por cobardía, por respeto, por miedo, porque la respuesta que te pueden devolver te pueda producir una sensación de fracaso, de tristeza, de rechazo, ya sea porque las formas actuales no nos permiten interaccionar con el medio que nos rodea y comunicarnos o bien porque el total desinterés habita nuestros corazones.
El resultado es todavía más inesperado, otro sentimiento nace en uno mismo, ¿quizás impotencia? ¿quizás miedo?...
Hay tantas cosas que no le puedo decir al mundo o que no me atrevo, que podría escribir un post kilométrico:
- Me gustaría preguntarle a la ancianita de la piscina que veo los miércoles, si ya ha superado del todo su cáncer, cuando me cruzo con ella en la escalera. Es una señora tan señora que aunque no me conozca, se ha ganado mi respeto y admiración.
- Al que se cuela en el metro o en el tren, si sabe como nos sentimos los que pagamos religiosamente nuestro billete, lo maltratado que te sientes cuando te empujan para pasar, como si fueras un estorbo en su camino.
- Me gustaría preguntarle al yonqui que me encontré hace unos días en el Raval, porque no lo deja, porque no reacciona.
- Quisiera poder hablar con mi mejor amigo y decirle que ya no quiero que sea mi mejor amigo y preguntarle porque se ha reído de mi todos estos años.
- Quisiera preguntarle a Dios, porque nos pone retos tan duros de superar en nuestro camino.
- Quisiera preguntarle a las dependientas de algunas tiendas porque me miran mal cuando entro.
- Y a ti, te quisiera preguntar..........
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