lunes, 23 de junio de 2008

domingo, 22 de junio de 2008

ACLARATORI CIRC CRIC

El mes de març del 2007 vaig penjar un post sobre l'adéu del Circ Cric. Però com tot en aquest vida pot camviar, el Circ Cric aquest any va llençar endavant un nou projecte de Circ al Parc del Montseny a la població de St. Esteve de Palautordera. Una nova manera de veure el circ i de gaudir de diferents números.
Es pot anar a veure en sessions de dissabte i diumenge fins al mes d'agost de moment.

Consulteu la seva web per més informació:

www.circcric.com

UN POQUITO DE POESÍA

Estos días en que las ganas de escribir no acompañan, me doy más a la lectura. He descubierto a un poeta de la generación de la poesía de la experiencia del cúal os cuelgo dos poema.
Verdaderamente vale la pena.
Luis García Montero

Uno de Mayo

Mi tango has sido tú. Recuerdo que te he escrito
con la mejor ginebra que dio mi corazón.
Contigo la tristeza fue quizás menos triste,
la soledad tan sólo una mala canción.

Recuerdo que he llevado tu nombre a los suburbios
y he visto como el tiempo te convirtió en papel.
Inquieta como un trozo de amor bajo la lluvia,
recuerdo haberte visto temblar sobre mi piel.

Vivimos codo a codo, nada nos enturbiaba,
en tus ojos la luna parecía charol.
La ciudad nos miraba con su mejor sonrisa,
con tu mejor misterio desde aquella pensión.

A ti te he dedicado mis únicos desvelos
y las dudas que uno sólo siente una vez.
Detrás de cada esquina siempre estaba mi abrazo,
estrechándose fuerte, esperándote fiel.

Después llegó el destino vestido de uniforme,
nos separó de un golpe y me arrojó hacia el mar,
pero te llevo ahora mezclada con mi sangre,
uno jamás olvida tu nombre, libertad.



Aunque tú no lo sepas
(Luis García Montero poeta, Quique González se inspira para escribir su canción)

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.

Así he vivido yo,
como la luz del sueño,
que no recuerdas cuando te despiertas.

CRÓNICA DEL MIG ANY 2008

Sí, ja estem al juny, al juny del 2008 i aquest any sembla que el rellotge ha posat les manetes al spring i el temps més que acompanyar-nos ens ha anat empenyent pels dies i elsl mesos sense donar-nos ni las més miníma treva.
Hem esdevingut espectadors, jutges, secretaris, revolucionaris, patidors i jugadors de molts fets.
Vàrem escoltar les paraules màgiques: crisi i desacceleració i alguns ho estan vivint a les seves butxaques més del que s'ho esperaven i els altres han començat a posar mesures per tal d'agarantir els seus interessos oferint preus rebaixats, cotxes, viatges i d'altres estrategies que no milloraran el difícil problema de l'habitatge.
Vàrem votar per tornar a canviar el nostre món i les promeses electorals (alguns van dir que ens regalarien 400 euros que l'any, que senyors hauren de retornar l'any que ve) no han fet que la situació es modifiqui, la dreta es trenca i l'esquerra catalanista ens demostra que no es pot tirar endavant un país així.
Ens hem tornat més ecològics, el bicing tot i els seu problemes i enganys tira endavant. Però no ens mostren gaire ecològics en altres aspectes i això es reflecteix en els nostres carrers, tot i la campanya de l'Ajuntament: aquí reciclem, m'agradaria saber quants vegades fa falta canviar de mobles o de tele a l'any per fer un canvi de look a la nostra casa, amb el ple convenciment que això alleugirà les nostres penes.
Vàrem mirar al cel demanant aigua a Santa Barbara i ens van caure quaranta dies i quaranta nits de diluvi, que han provocat tirar enrera una obra que Barcelona necessita, tot i que estic d'acord també amb els tarragonins, però la política de distracció de la premsa ens ha deixat molt mal parats als que vivim a Barcelona, no tots tenim piscines o ens dutxem cada dia.
I sense comentaris pel que fa a la campanya: Jo visca Barcelona, rentat d'imatge d'una ciutat que torna a estar a les seves hores més baixes.
I no acabaria mai si hagués de comentar tot el que ens ha passat i ens passarà el que queda de la resta de l'any.
Només una mica d'humor davant aquest panorama. L'altra dia una àvia em va preguntar pel carrer si sabia com recuperar les dades d'un missatge del seu mòbil. Havia esborrat un missatge a on la seva filla ( que estava de viatge per feina) li havia posat a on havia d'anar a recollir la seva neta aquella tarda. La pobra dona només recordava que era una casa al carrer Muntaner i que l'amigueta de la seva neta és deia Anna. Cap telèfon de contacte i cap adreça, pobra neta i pobra àvia. Espero que finalment la trobés.

viernes, 20 de junio de 2008

UNA PEQUEÑA JOYA PARA EL MES DE JUNIO



Desde aquí desde mi casa
veo la playa vacía
ya lo estaba hace unos días
ahora está llena de lluvia.

Y tú ahí sigues sin paraguas
Sin tu ropa paseando
Como una tarde de julio
pero con frió y tronando.
¿Se puede saber que esperas?
¿qué te mire y que te seque?
que te vea y que me quede tomando la luna juntos.
La luna, tú y yo expectantes
A que pase algún cometa o baje un platillo volante.

Y la playa llora y llora
Y desde mi casa grito
que aunque pienso en abrazarte
que aunque pienso en ir contigo
el doctor me recomienda
que no me quite mi abrigo
que no esté ya más contigo
y yo no puedo negarme
pues el tipo soy yo mismo.
Estudié mientras dormías
y aún repaso las lecciones una a una cada día.

Yo no puedo aconsejarte
ya es muy duro lo que llevo
dejemos que corra el aire
y digámonos adiós.

Aunque sigas suspirando
por algo que no era cierto
me lo dicen en los bares
es algo que llevas dentro,
Que no dejas que te quieran
sólo quieres que te abracen
y publicas que no tuve
ni valor para quedarme.
Yo rompí todas tus fotos
tú no dejas de llamarme.
¿Quién no tiene valor para marcharse?
¿Quién prefiere quedarse y aguantar
Marcharse y aguantar.

Iván Ferreiro
Turnedo
Canciones para el tiempo y la distancia

Una fan de Los Piratas que sigue creyendo en este gran músico y compositor.

martes, 17 de junio de 2008

IMATGE DE LA SETMANA

HOW TECHNOLOGY CHANGED US...



miércoles, 4 de junio de 2008

SIEMPRE TUYAS. ELENAS

Raúl trató de atraer la atención de Elena, la guapa chica morena que tenía delante. Llevaban en el bar más de dos horas y no había percibido ningún gesto por parte ella que le pudiera dar alguna esperanza.
Elena poco imaginaba las intenciones de Raúl; compartían un curso sobre Reiki y técnicas de relajación y esa tarde como otras había arrastrado a Raúl a aquel bar, para espiar a la pareja que se sentaba tres mesas más allá: Una mujer de unos treinta años, con una cara inaccesible a la descripción e incapaz de controlar una risa tonta que se le escapaba al responder a cada comentario del hombre que tenía enfrente; el hombre, pelo blanco, nariz aguileña y sombrero negro, con ojos pequeños y medio achinados que se escondían detrás de unas gafas freudianas, alternaba su mirada concentrada entre la mujer y un cuaderno de espiral abierto encima de la mesa.
Elena observaba cada movimiento y cada comentario de la pareja desde su situación privilegiada, había buscado el ángulo preciso para no perder detalle.
Hacía unos días, mientras les servía los cafés, la camarera había reconoció al hombre al entrar y se le había quedado observando durante unos minutos plantificada junto a la mesa.
Ante el incesante barullo de comentarios, Elena le había preguntado a la camarera quién era ese hombre.
La camarera le explicó que era Vicente Roma, un director de cine muy importante y la mujer con quién iba a compartir la mesa quizás buscaba un papel protagonista en su nueva película. Se rumoreaba que iba a rodar allí, en Gijón.
Aquella noticia trastocó el pensamiento de Elena, de repente, sólo podía pensar, en cómo conseguir ese papel, era una mujer decidida y había quedado demostrado que nada podía interponerse en su camino a la fama. Siempre había soñado con pasearse por la alameda del brazo de algún tipo importante, de experimentar esa sensación de éxito excitante, ese momento de gloria reservado a quienes tocan el cielo con los dedos, ese fragmento de vida en que todos te envidian inconmensurablemente. En su vida había dejado escapar pocas oportunidades de hacer realidad sus obsesiones, de regocijarse en sus acciones. Y ahora había llegado el momento que esperaba aunque sabía que sus condiciones como actriz eran más que nulas, que nada podría convertirla en una estrella de la interpretación.
Desde pequeña había cursos de dramatización y había participado en alguna obra teatral del colegio pero nunca había destacado.
Su cabeza iba maquinando algo, el papel para esa película tenía que ser suyo, no podía ser que se lo arrebatará nadie.
No podía o no quería reconocer que su vida quedara desvinculada de ese mundo. Quería dejar de ser la mera espectadora de películas años cuarenta de cineclub, con aquellas heroínas de contundentes cuerpos y miradas en blanco y negro que la hacían sentir invencible delante del televisor y que tanto admiraba. Necesitaba esa última oportunidad, que una tarde, en un café, en aquella mesa había encontrado sin proponérselo, de improviso, se le había presentado y le había susurrado al oído: es tu última oportunidad.
Raúl no se daba cuenta que Elena no le estaba escuchando.
Se despidieron con un cobarde hasta mañana.
Elena decidió aquel día que regresaría al bar sola. Pero no sin tener un buen plan, un plan maestro, un plan que empezaba a tejer de camino a casa, como un buen estratega, ese plan que le llevaría a conseguir su objetivo, su sueño, su deseo. Un lujo de plan.
No podía cometer errores. ¿Cómo se presentaría ante él? ¿Directamente le preguntaría por su identidad con un nombre equivocado?,¿ conseguiría su teléfono para quedar con él? ¿Le cogería desprevenido con la excusa de una entrevista?, ¿le pediría fuego?.
No, no, eran remedios baratos, tenía que encontrar la manera de que él se acercará a ella, cayera en su red, como una presa indefensa e inocente.
Al llegar a casa, se sentó delante del ordenador, lo encendió y en el buscador tecleó: VICENTE ROMA.
Todo un mundo de direcciones web se abría ante sus ojos: ahora sólo faltaba empezar a trabajar. Encontró información sobre su vida: le gustaba jugar al tenis, había estudiado en los Escolapios, frecuentaba a muchos amigos del círculo artístico. Tenía una casa en San Sebastián a dónde iba a pasar largas temporadas, no estaba casado, aunque había tenido algún que otro romance incierto y difícil de verificar. Le gustaba escribir y tenía dos guiones pendientes de realización. Datos, datos y más datos incansables. Cientos de datos que Elena comenzó a archivar en su memoria, como si se tratara de una materia de estudio práctico que desarrollar.
Todo aquello no la convenció, no le servía de nada, necesitaba un detalle, el detalle.
Cansada después de cuatro horas delante del ordenador, no había encontrado nada de mención. Sus ojos navegaban entre las letras de la pantalla, cuando leyó un titular en grandes caracteres negros. Era un recorte de periódico de hacía años con la foto de una mujer joven: “Vicente Roma cae en una profunda depresión tras la desaparición de su nueva musa, Elena Torres”.
Elena amplió la fotografía, la observó, la delimitó con sus dedos y leyó atentamente el artículo. ¿Quién era ella?, esa mujer que parecía haber destrozado al director con su extraña desaparición. Toda la atención se centraba ahora en su figura. En esa desconocida de ojos negros. En localizar su pista.
El teléfono móvil sonaba incesantemente sobre la mesa con una melodía interrogadora, cuando Elena cayó en la cuenta de qué el pasado se había convertido en su mejor aliado.
No respondió a la llamada y se levantó corriendo a encender la impresora.
Seleccionó la foto y dio la orden de impresión.
En la bandeja de la impresora se hizo más cercana esa imagen. La fotografía de la musa, de esa mujer morena, de semblante triste.
Volvió a teclear el nombre de VICENTE ROMA en el ordenador pero esta vez le añadió el nombre de ELENA TORRES.
Sólo hubo esta vez un resultado.
Una entrevista realizada a Vicente Roma hacía siete años. Al localizar entre las líneas el nombre de Elena Torres, Elena se sumergió en la lectura de un párrafo en el cual el director explicaba su primer encuentro con su musa en un autobús. Él comentaba que cuando una noche volvía a casa escribiendo una de sus historias en el autobús, una joven se sentó frente a él y le pregunto si era profesor. Al levantar sus ojos de las hojas garabateadas y llenas de notas, descubrió a la joven. Sus miradas se cruzaron durante unos segundos y él supo que había encontrado a la mujer de su vida y le contestó que no, que sólo escribía historias. A lo que ella respondió:- entonces escribirás una historia para mi-.
Desde ese momento se hicieron inseparables. Él desconocía casi todo de ella, sólo su nombre y una línea de autobús, la sesenta y cuatro. Sus encuentros siempre en casa del director y sus días preparando esa historia que nunca fue llevaba al celuloide. La joven absorbía todo el tiempo del director hasta que un día Elena se marchó para siempre.
Salió una mañana de la casa y ya no regresó.
El director paso tres días sentado en la parada del autobús sesenta y cuatro, la parada donde subió Elena por si la veía aparecer. Pero no ocurrió. Y así fue cómo empezó a consumirse y asumirse en una fuerte depresión que le alejo tres años del cine.
La buscó desesperadamente por todas partes, escribió cartas a los periódicos para denunciar su desaparición, sin más datos no podía ir a la policía, tampoco dejó nada escrito para pensar un porqué, un quién sabe que paso. Recorrió medio país con su foto casi de puerta en puerta, buscando un nexo de unión, un punto de luz en esa oscuridad desmerecida.
Derrotado, confundido, abatido. Se fue tragando su desgarrado sentimiento hacía esa mujer.
Elena recogió la foto de la bandeja de la impresora y la miró con atención. Inconscientemente con la foto en la mano se dirigió hacía el espejo de pie que decoraba la recargada habitación. Una idea no deja de sacudir su pensamiento. Introdujo la foto en el hueco del marco del espejo y se separó un par de metros para volver a mirar la foto. Allí confluían dos Elenas. Dos Elenas muy reales. Dos Elenas que se complementaban. La Elena de la habitación recogió su pelo intentando imitar el peinado de la Elena retratada y compuso la pose en un simulacro de doble con más que idéntico parecido. Se volvió a contemplar unos minutos más y la idea se materializó en una exclamación:
-¡Yo soy esa Elena! Esa Elena que buscas. Y más pronto de lo que te imaginas la vas por fin a encontrar!
No podía creerlo, pero sus facciones guardaban un increíble parecido con la mujer que ocupaba ese testimonio gráfico, con la mujer que se estaba convirtiendo en su mejor baza.
Una sonrisa intencionada y manipuladora iluminó su cara y esto marcó el primer paso de su transformación en Elena Torres, en esa mujer que conmocionó a Vicente Roma.
Ya era tarde. Elena continuo delante del espejo. Delante de la otra Elena todavía unos minutos más y al fin abandonó el espejo. La foto quedó allí instalada en el marco, formando parte de la nueva escena, de la nueva situación de su vida.
Elena se desnudó, se puso lentamente el pijama y apago una por una todas las luces antes de meterse en la cama. En su cabeza se continuaba maquinando ese plan cuando el sueño le llegó.
Por la mañana, una nueva mañana de sábado se levantó reanimada y preparada para continuar con su juego. Se recorrió todas las tiendas del casco antiguo intentando conseguir el vestido de la fotografía o uno similar, hasta que al fin en una tienda de segunda mano dio con uno muy parecido que le serviría para su fin. Le daba aquella imagen cándida pero salvaje que buscaba.
Por la tarde fue a su peluquería y le pidió a Raquel, su peluquera, que intentará ajustarse a la imagen de la fotografía. La peluquera también reconoció acabado el trabajo su parecido. Por último unas recomendaciones de maquillaje para acentuar el negro de sus ojos penetrantes.
Y ya cercana la noche, cuando se volvió a colocar delante del espejo y encajó la foto en el marco, llevo a cabo la transformación.
Primero el vestido y unas medias negras, luego el maquillaje y un retoque al peinado. Sabía que había dejado de ser Elena Ribas. Ahora ya definitivamente se sentía en la piel de esa otra Elena. Elena Torres.
De esa guisa salió de su casa para dirigirse al café. Cruzó el umbral y se situó en una mesa delante de la puerta. Espero más de una hora para ver aparecer al director. El tiempo transcurría lento y la procesión recorría por dentro a la chica. La situación iba incomodando a su estresante nerviosismo y estaba llegando al final de su eterna paciencia cuando oyó unos pasos fuera. La imagen de Vicente Roma en dirección al bar se instaló en su retina. El director se paró justo delante de la puerta. Elena ya no eran nervios lo que sentía, sino un vértigo ansioso que le ocupaba, le desbarataba el pecho. El director parecía ocupado buscando algo en el bolsillo, sacó su teléfono móvil que escandalizaba a su amo con una sintonía de película americana. El contestó y soltando el pomo de la puerta, enseguida se puso otra vez en movimiento alejándose de la entrada del café con paso decidido y una distraída charla.
Elena vació su tensión apretando fuertemente su cara contra el bolso, no lo podía creer. Había perdido su primera oportunidad de producir un encuentro fortuito entre los dos, la rabia y la incontinencia verbal la sacudían.
No podía perder debía encontrarse con Vicente Roma o todo aquel montaje no le serviría de nada para sus planes.
Recogió su bolso y salió del café.

Al día siguiente volvió a intentar acercarse al director pero esta vez cambió de táctica.
Caminó hacía el bar.
Espero ver entrar al director y a su acompañante, agazapada en una portería cercana al local reconociéndose espía al mismo tiempo que se comía las uñas con una voracidad desconocida para ella.
Vicente Roma y su acompañante pasaron muy cerca de dónde se encontraba ella hablando. Elena casi, casi pudo sentir como en ese momento se quedaba paralizada.
Se sobrepuso al momento y le dio tiempo a verlos entrar en el local y situarse en una mesa.
Ya sólo quedaba cruzar la calle y suplantar a la Elena Torres que no esperaba encontrar Vicente Roma en ese bar después de tantos años.
Representar el más exitoso papel de su vida, nunca escrito.
Abrió la puerta con lentitud y se plantó en la entrada dando a entender que estaba buscando a alguien con la mirada y el director la descubrió allí. Como un espectro del pasado, como sí hubiera descubierto una visión fantasmal, una imagen que le devolvió al principio de su historia, de esa historia que intentaba olvidar.
Se le transformó el semblante y se le bloqueó la circulación de la sangre, una extraña sensación de ahogo le hizo aflojarse la corbata.
Inconscientemente no dejaba de mirar a la mujer que cruza el bar por su lado, sin percatarse de su embobamiento. Su cuerpo fue invadido por un hormigueo ciego, una sucesión de flashes llegaron a su cerebro y un mareo repentino le sobrevino. No podía separar sus ojos de la figura que tenía delante, quedo totalmente conmocionado, centrifugado, eclipsado por un sentimiento hondo, que le sumergía en un recuerdo hechizante. Quería llorar porque creía que estaba viendo la viva imagen de la mujer que lo había representado todo para él, a la mujer que hacía tantos años lo había abandonado. Pero era ella verdaderamente, no había cambiado nada desde que se marchó, su figura, su peinado, sus gestos; volvió a mirarla exhausto. No, no era verdad, estaba soñando despierto, el recuerdo le estaba volviendo a jugar una mala pasada, como aquel día en la parada del autobús. Habían pasado casi diez años, ¿había hecho un pacto con el diablo? Su asombro era gigante y enseguida quiso llamar su atención desde su mesa.
Elena pasó ignorando la mirada del director y se sentó en una mesa asegurándose de que él la viera en todo momento.
El director no podía contener sus ganas desmesuradas de levantarse e ir hacía ella. La fuerza de sus sentimientos dispares no le permitía estarse quieto.
Recorrió el pequeño espacio entre las mesas y se detuvo al lado de la figura de la mujer. Otra vez la volvió a observar detenidamente. Si ella supiera cuánto tiempo llevaba esperando este momento. Cuántas noches un pensamiento de reencuentro le había asaltado. Pero tenía que cerciorarse que era realmente ella.
El director la llamó por su nombre:
-Elena.
Elena levantó la cabeza con una lentitud estudiado, era el momento de empezar la función, el telón había dado paso a un escenario real.
Vicente Roma, nervioso y pálido buscaba la mirada de la mujer. No había equivocación, era ella. Cayó rendido y destrozado en la silla delante de Elena.
Mientras no paraba de observarla su boca pronunció un esperanzado:
-Has vuelto, Elena. ¿Te acuerdas de mi? soy Vicente. Vicente Roma.
Elena acarició entonces el triunfo entre sus manos mientras miraba a la otra mujer desencajada sentada en la mesa del director.

ESCENAS CON MUCHO ARGUMENTO (II)

Golpe de doble efecto

Un suave cosquilleo que bajaba por su brazo sacó de un profundo sueño a Belinda. El hombre que dormía a su lado planeaba entre dos cielos colmados: el del sexo y el del alcohol.Una araña, una delgada masa de ocho patas de barquillo quebradizo, de cuerpo liso y negro continuaba deslizándose por la suave piel de la mujer.
Sin saberlo, esta araña se convertiría en la protagonista de una escena fatal de madrugada.
El cuerpo felino y atlético de Belinda descansaba sobre la cama , sus atigradas facciones, sus ojos verdes transparentes y su nariz de botón le daban un aspecto insconcientemente inhumano, de una espectacular fuerza y atractivo magnético.
Belinda confundió con el suave juego de la araña la carícia de su acompañante nocturno; y al abrir los ojos y verla, la sacudió del brazo histéricamente sin pensarlo dos veces. Saltó espeluznada fuera de la cama con un gritito agónico y estridente que no casaba de ninguna manera con su imagen. El incidente despertó al hombre mientras la araña se movía entre las sábanas, ajena al espectáculo del rincón de la habitación.
-Matala, matala- gritaba Belinda acongojada mientras se tapaba el rostro con las dos manos y se subía encima de una silla.
En ese momento sonó el teléfono y el hombre se lanzó a coger el auricular para responder a la llamada olvidándose de la araña.
Sin permitir que el hombre articulará palabra una voz masculina propuso sin más desde el otro lado del auricular:
- Belinda ¿quieres casarte conmigo?
- No se puede poner, un momento que voy a preguntárselo.

martes, 3 de junio de 2008

REENCUENTROS DE FIN DE SEMANA

Basta dejar de ver a un ser, reencontrarlo en el tiempo, para comprobar con estupefacción que vive preso de su voz, sus movimientos y su risa.
Somos la piedra y el mar que lo pule. Nos redondeamos a diario, viviendo.

Rosa y mortal
Francisco Umbral