Esta frase da mucho que pensar y la imaginación de cada uno volará por los derroteros que más les satisfagan.
Sólo me estoy refiriendo a un trayecto de 6 minutos en los “Ferrocarrils de la Generalitat”.
Reconozco que soy una voyeur, discreta pero voyeur. Me encanta observar al personal que sube al tren de las 8:18 dirección Terrassa.
Cada mañana me encuentro cosas nuevas, que a veces me sorprenden, a veces me entristecen.
Intento robar un trocito de cada persona que por algún motivo me llama la atención. De estos intensos 6 minutos pueden salir buenas historias o nuevos personajes para crear algún cuento o reflexiones que pueden llegar o no a buen puerto.
Cada día escojo a un personaje o dos y los analizó, intento sustraer su esencia, me imagino su vida y su trabajo, les doy la vuelta. Los observó en la distancia, porque la observación directa puede resultar a veces peligrosa.
Tengo tres casos que son dignos de mención. El primero es el de una joven de unos 25 años, que cada mañana se sienta en el compartimiento reservado. Saca un set de maquillaje, que ni el de la srta. Peppy’s (no se como puede llevar todo eso en el bolso) y se pone a transformar su cara lavada en cara de supermodelo. Rimel, pestañas de pega, colorete, sombras, labios Maybelline....Pero que maestría y que tiento, como maneja todos esos artilugios y con que precisión, obviando el movimiento, ajena a las miradas de extraños, sobretodo. En un periquete, ya está preparada para la jungla diaria.
Lección nº 1 como aprovechar el tiempo y quedar monisima.
El sujeto nº 2 también se las trae, un mochilero de planta germánica. Cuando se instala en su asiento extrae de su mochila un Tupperware, que más que un tupper parece una despensa. Yo creo que no ha comido en siete días pero no señores, se lo zampa en seis minutos: dos salchichas, dos lonchas de jamón, pan de molde, un huevo duro y un tomate. Claro tiene que crecer.
Y el tercer y último caso, es hasta ahora el más original para mi parecer. Entra una joven con una bolsa de plástico en el vagón y se sienta. Saca dos agujas de tricotar y cual es mi sorpresa cuando se pone a hacer punto. Una larguísima bufanda de colores ocupa el interior de la bolsa, quizás quiere imitar el cuento de la habichuela o marcar un nuevo record Guinness.
Es una new fashion inglesa, allí en vez de compartir una cerveza con los amigos, se estila ir a un café de tricoteo y sacudirse el estrés del día, fabricando todo clase de calientes complementos.
Quizás mañana cuando saqué mi tupper de regreso al centro, me sentiré un poco menos Homeless y formaré parte de alguna crónica del día.
Me gusta,
divertir a la gente haciéndola pensar.
Desayunar un poco de harina de amapola,
irme lejos y sola a buscar hormigueros,
santiguarme si pasa un mendigo cantando,
ir por agua,
cazar cínifes,
escribir a mi rey a la luz de la una,
a la luz de las dos,
meterme en mi pijama
a la luz de las tres,
caer como dormida
y soñar que soy algo
que casi, casi vuela.
Gloria Fuertes
Qué bonita crónica, y qué precioso poema...
ResponderEliminarMMMMMMM! En quin moment vaig deixar jo d'inventar històries sobre la gent que anava en els metros o al tren? Déu ser des que existeix el mòbil! Ara la majoria d'històries me les resumeix una mitja conversa al seient del costat... i molts cops sóc jo la que m'explaio sense complexes davant els altres... Com han canviat les coses!
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