miércoles, 15 de diciembre de 2010

EJERCICIO II : IRA

Este sentimiento puede llegar a malograr la vida de muchas personas, puede tomar forma en diferentes actuaciones: a nivel físico puede manifestarse y provocar un caos vital que te haga utilizar la fuerza para resarcirte de lo que te ha herido, de todo aquello que haya minado el límite de tus sentimientos correctos y proporcionados.

Pero la manera en que el que subscribe estas líneas da a conocer su ira, ese sentimiento de rabia enmascarado por una total perdida de deferencia hacía los otros congéneres o hacía uno mismo, es en la máxima indiferencia hacía los mismos.
Poco a poco voy entrando en un peligroso juego de fuerzas con las que me siento el ser más poderoso de la Tierra y exteriorizo ese deseo de agredir voluntariamente a la persona que comparte alguno de los momentos de la existencia común. Entro en una esfera de maltrato psicológico que va haciendo mella poco a poco en mis relativos, que los hacen sentir lo peor cada día y que sin ninguna razón los destroza, los destruye.
Esa ira que te hace llegar hasta extremos insospechados, que revitaliza tu mala conciencia y facilita la carga contra lo que te rodea. Hasta ver en los demás seres un sometimiento, una desesperación que les hace estallar interiormente, sentirse como gusanos.
Un comportamiento animal para pisotear las concepciones y sentimientos, cargar las armas y desgastar mentalmente a otra persona hasta que desee su propia muerte. No dejarle levantar cabeza y focalizar los esfuerzos en conseguir sentirse el ser más malvado y más repugnante.
En una ira materializada en un poder que amedrenta y esclaviza.

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