lunes, 3 de noviembre de 2008

FRAGMENTO: MAÑANA DE DOMINGO

Soprendentemente las paredes blanqueadas con cal de esta pequeña ciudad me traen el recuerdo de Granada, con su bruma matutina que divisaba aquellos días de noviembre desde los ventanales de la diminuta pensión frente a la Alhambra. El estúpido y divertido incidente con el posadero la noche anterior, creó una hostilidad mutua entre nosotros, que se fue consolidando con el paso de los días. Cuando ese tarde cruce el umbral ante su incrédula mirada y me planté en el zaguán de la casa con el gatillo que había recogido en la entrada entre mis brazos y con una sonrisa de lo más atrevida, no podía llegar a sospechar lo que me esperaba.
Una línea imaginaria y fina ponía cierta distancia entre los dos. El malentendido y las palabras del posadero hicieron que me tomará las cosas de otra manera, muy a la ligera y con ganas de risa e intentará ablandar el corroído carácter del posadero que pretendía que le pagará un suplemento por el minino.
Más inopinada e inexplicable fue su actitud cuando por la puerta apareció justo detrás de mi la dueña del animalito, toda una señora de postín, pidiendo una habitación doble.

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