El gran ventanal volcado al cielo rompe la imagen sobría del apartamento. Ese cielo que me hace olvidar la ciudad, la ciudad que solamente es identificable en el horizonte por la presencia del Tibidado iluminado.
El silencio me devuelve a mis pensamientos y cuando me giro, percibo de otra manera lo que me rodea. Se respira paz. Si las paredes pudieran contar historias, me explicarían una de amor con final feliz en la que dos personas comparten este espacio.
El mobiliario es sencillo pero encuentras en sus rincones pequeños detalles que lo hacen cálido, cercano. Los libros se acumulan abarrotando las estanterias de la pequeña librería intentando llamar la atención.
Sobre la cama objetos de vida diaria, souvenirs de felicidad.
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(fragmento)
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