Los pequeños sueños rodean la existencia de todos los que se emocionan permanentemente. Los pequeños sueños mueven los planteamientos de todos aquellos que los viven.
Soñar aglutina las esperanzas, renueva los contenidos fundamentales de esos seres que transitan por las calles del inconsciente.
Los militantes de la ensoñación exploran los caminos paralelos de la realidad sin darse cuenta de que como nos han explicado cientos de redactores y algún que otro literato: “La vida es sueño”
A veces cuando me despierto, pienso si no estoy viviendo un sueño al que todas mis partículas constituyentes pertenecen. Si la irrealidad no acomete la función de mantenernos dispersos de los avatares diarios y nos entrega a la virtualidad.
Los sueños emancipan al cuerpo de sus responsabilidades y les ofrecen un espacio nuevo que se presenta de manera sorprendente.
No todos los soñadores disfrutan de sueños vitales, algunos se atemorizan con los sueños negros que les acechan, porque el mundo de los sueños es también oscuro e irreflexivo.
Hay gente que no puede soñar, que apaga cada noche la luz para intentar olvidar lo que sucede durante el día y no puede soñar, no puede cambiar su percepción.
Hay gente que tampoco puede soñar despierto.
Pero principalmente los sueños nos llevan a vivir historias, lugares y situaciones extraordinarias que no comprendemos o bien nos ponen hipoteticamente al alcance de la mano situaciones futuras que tal vez viviremos.
Algunos sueños se llegan a hacer realidad.
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