domingo, 9 de junio de 2013

METRO Y TANGO A LAS OCHO DE LA MAÑANA

No hay nada mejor algunos días para deshacerse de esa nostalgia pasajera que te traspasa de vez en cuando que coger la línea 2 del metro y encontrarse con el músico acordeonista, un señor de unos 60 años, con coleta de pelo canoso, gafas metálicas y su viejo acordeón con su toque elegante demodé y sus buenos modales.
Desde hace años nos cruzamos en los comboys  y tengo que reconocer que no he visto a nadie que toque con tanta alma, que versione  los tangos y te lleve hasta el borde de la tristeza para devolverte al momento actual con una sonrisa, porque no tiene nombre lo que transmite su música.

Me gustaría conocer un poco su historia, porque detrás de esa extrema delgadez quizás en otro tiempo, en otro lugar puede que  hubiera un grandioso músico. La imaginación me lleva a una gran sala de conciertos o a un baile y se une al momento actual  mientras desaparece al fondo del vagón, cuando su música ya se ha apagado y yo me preparo para descender del metro revivida por esa intensa manera de interpretar.

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