Al corral le llegan las voces lejanas de los primeros
veraneantes que recorren las calles del pueblo y el golpeteo suave de la pelota
en el frontón.
Los campos todavía visten de verde a la espera del calor, de
las cosechadoras que dibujen en su piel caminos de ida y vuelta.
Las sabinas se dejan mecer por el cierzo mientras decoran el
llano sembrado de estatuas de naturaleza verde.
Los caminos se están perdiendo y ya no queda nadie que te
explique sus historias.
Mis ojos recorren la fachada de la vieja casa en busca de
nidos de golondrinas, o como los llaman aquí aviones, mientras la ropa golpea
contra el muro exterior del pequeño patio.
La luz continua siendo estremecedora, ese cielo azul sin
nubes que no he visto en otra parte nunca.
El trabajo de estos días se ha acabado y ya sólo queda
regresar al norte y llevarse en el recuerdo otra porción de infancia y la
sensación de que el tiempo no pasa.
A veces lamento no haber sabido modificar mi conducta,
dejarme atrapar más exhaustivamente por lo que me rodeaba allí, pero también me
doy cuenta que mis ojos han envejecido y que no miro de la misma manera, soy un animal
en tierra extraña.
La memoria, la mirada, el paisaje, el paisanaje.... el paso del tiempo!!! Hay temas de los que es difícil tratar, pero en tu prosa evocativa (poética?) quedan bien expuestos, entrelazados y resueltos. Enhorabuena, cronista del tiempo perdido
ResponderEliminar