Un destino fácil y super recomendable para aquellos que
quieren disfrutar de la historia, de los monumentos y de la buena gastronomía: Italia.
Me faltaba por descubrir parte del Norte y estos días (ruta en coche y
tren) nos hemos acercado un poco más a sus ciudades, a sus plazas, a sus
habitantes, a sus peculiaridades y sitios irreemplazables.
Primero Torino, la urbe más grande de este viaje, con sus
palacios señoriales, sus paseos de arcadas, su mole Antonelliana, su pasado
industrial y automovilístico y sus grandes plazas llenas de luz que hacen de la visita un tránsito pausado, sosegado.
Verona, plagada de turistas en los emplazamientos de la
eterna Giulietta pero apetecible en sus iglesias-museo (San Zeno con Giotto y
Mantegna, San Fermo, Santa Anastasia con Pisanello y la catedral con Tiziano),
llenas de maestros del Renacimiento y claustros silenciosos y vacíos, lugar de
recogimiento y descanso de nuestros pasos acalorados.
Vicenza, proyecto intenso y obra de Palladio, la esplendida basílica Palatina, el sorprendente Teatro Olímpico, la villa Rotonda y el mercado diario que decora la plaza de la impresionante Logia con sus paradas matinales.
De Parma, recordar su esplendido parmegianno-regiano y la visita a la casa de Verdi y de Padova, la capilla de la familia Scrovegni que Giotto decoró magníficamente y que se ha de convertido en centro de peregrinación (15 minutos).
Del Lago de Garda, su inmensidad.
Un repaso emocional a Venecia, día de lluvia que nos regala otra visión de la ciudad, un recuerdo aún más impactante de una de mis ciudades predilectas.
Y la joya del viaje, Trieste. La Bora nos recibió acompañada de una puesta de sol de escándalo sobre el mar y la ciudad no me defraudó, aunque la búsqueda de Claudio Magris fue infructuosamente en vano (el café San Marco cerrado por reformas y mi libro que se quedó sin firmar en la mochila) conocimos a una persona entusiasta, viva y agradable a la que no olvidaremos, que nos abrió su casa (B&B Aria Marina, www.ariamarina.it ) en el centro de la ciudad, Nadia Lukac para disfrutar de esos días. Gracias por tu fantástica hospitalidad. Gracias de corazón.
Por último, una incursión rápida en Eslovenia, su capital Liubliana con aire centro europeo y libertad desatada.
El regreso como siempre un poco desangelado, desamparado pero con ganas de volver a mi ciudad, a Barcelona, de volver a casa para preparar nuevas escapadas, nuevas idas y venidas llenas de nuevos acontecimientos, de nuevos lugares que explorar.
Esta vez, a parte de fotografías y nuevas canciones, conversaciones, pasta, revisiones personales, como recuerdo un cuaderno de viaje, un poco desastre, tras olvidarme los lápices y rotuladores en casa, comprar material en una estación italiana y perder el tren.
Pero como siempre ha valido la pena caminar y volver a mirar por el retrovisor.
Forza Italia! Welcome back, Homeless!
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