He pasado por muchas fases de esta enfermedad que me invade, que me delimita. Este no vivir por dentro de uno mismo, que hace que todo este en contra o que parezca que este en contra. De estas miles de horas pasadas, estranguladas por la angustia.
Pero lo mejor de todo es que ya sé que no me voy a curar, que continuaré por la vida sin darme cuenta de quién realmente soy, a qué realmente aspiro.
No quiero curarme, tampoco veo que sirva para nada, cada vez me das miedo atravesar ese puente y enfrentarme a los fantasmas que me hacen pequeño, que me confunden.
No es que mi compañera me impida hacer una vida normal, hay días que ni me acuerdo de que existe y puedo parecer el más vital de los seres mortales, aquellos días en que todo recobra un sentido. Hasta he llegado a echarla de menos una temporada cuando el tráfico de tareas me ha impedido pararme a pensar y me he desbocado en cincuenta mil inventos o hazañas. De noche tampoco me molesta, pues disfrutó de un sueño plácido provocado por el desgaste del día.
Hasta que vuelve a llamar a mi puerta y el cerebro recibe de nuevo sus interferencias y mis neuronas regresan a su estrujamiento sistemático y me convierten en ese ser que no conozco, que habita mis días, que me destroza, al cual debo todos mis malos momentos, mi compañera de fatigas mentales.
Puede parecer extraño verdad, que no me conozca, que todavía no sepa quién me habita, pero es algo que me pregunto cada día, cuando analizando todo lo que he hecho, estoy en desacuerdo, cuando tengo la sensación de que me equivoco constantemente. De que mi imagen me domina a mí, ha hecho de mi su vasallo.
Hoy he comenzado a hablar con ella, he de comunicarle que no estoy de acuerdo con sus intenciones de invadir totalmente mi espacio vital, así de la noche a la mañana. Pero es muy fuerte y puede con mi inseguridad. Ella sabe que en estos momentos no me quedan fuerzas para derrotarla nuevamente y me dejó invadir como una metastasi atrapa a un cuerpo sin ningún tipo de compasión.
Ayer hable con el doctor que lleva mi caso y me dijo que la curación depende de uno mismo, bueno hablando claro, más bien de un cóctel de farmacos que me ha prescrito, pero tampoco me ha podido certificar que vuelva a ser yo. Seré otro yo pero sin ella, sin mi compañera, viviré mucho más sereno y no habrá temporadas de desaliento.
Pero no sé, ahora ya me es muy difícil abandonarla, porque me he acostumbrado tanto a ella que no sabría vivir sin sus repentinos ademanes.
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