jueves, 5 de febrero de 2009

FRAGMENTO: PRIMER PLANO

No me pidas que te explique que es lo que mueve este cielo gris de nocturna clandestinidad, que es lo que dirige mis pasos hacía casa, hacía ese lugar de dramática intensidad emocional en el que descanso a partir de altas horas de la madrugada. En el que repongo fuerzas para servirme otra vez de ellas, para continuar por este camino que todos los días recorro sin pensar que ya ni siquiera quiere tener conversación conmigo.
Es duro cuando uno se da cuenta de que en otro tiempo, vendía los mejores momentos de esta vida y que no siempre se pueden volver a reencontrar, se pueden volver a vivir, se pueden volver a crear cuando falta alguno de los componentes de la fórmula.
La noche en la biblioteca ha sido larga, el murmullo de la gente que rellenaban los espacios, el incesante ir y venir de los ocupantes por las plantas, la música enlatada de mi sintonizador casi imperceptible por el ruido ambiental.
Mis movimientos lentos imprimen en la calzada una huella invisible, impasible que no transcenderá como tampoco lo hará este tiempo en que vivo, este tiempo en que me muevo.
Subo por el Paseo de Gracia con serena pasividad mientras pienso en las experiencias vividas esta misma tarde en el comedor social de los olvidados. No he podido todavía empezar a llevar a cabo mi proyecto, la búsqueda incesante de elementos que me recuerden todo lo que uno no puede gritarle al mundo y que están ahí en sus caras, en sus gestos.
Ya llevo cinco días en ese comedor ceniciento y abarrotado de manos que piden un plato, de charlas simples y edulcoradas con los partidos de fútbol, la crisis y los saludos entre viejos conocidos.
No puedo escoger a mis colaboradores sin antes infiltrarme en su mundo, en su miseria. No hay nada que pueda delatarme todavía y llevo la cámara digital camuflada en la bolsa con el disparador en mi manga.
El cansancio me persigue hasta el portal y el tintineo de la llave dos segundos antes de introducirla en la cerradura, marca el punto final de la jornada.
Me desnudo y me meto en la cama casi no me da tiempo ni a darme cuenta que me alcanza el sueño y una agradable sensación de abandono me invade.

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