La vida trae incorporados días de luces y sombras.
Volver al pueblo de tus vacaciones de verano de infancia en un invierno azul, recorrer los paisajes ahora verdes y ocres sembrados de elegantes sabinas, traumatizados por una carretera que rompe el oleaje de texturas. Darse cuenta de que las grandes montañas de antaño sólo son cerros y que el cierzo continúa sentenciado en mi memoria, ese sonido que guarda mi mente para los días claros.
El campanario mudo ve alejarse lentamente las horas. El pueblo cosido y apedazado.
Las calles con nuevos inquilinos: el silencio y el olvido.
Ya no quedan peideras, sólo esculturas de piedras amontonadas que decoran los caminos. Los pastos colonizados por aliagas y cardos.
Un tejado que se derrumba, presa del abandono y una casa que impregna mi ropa de humedad y frío.
El graznar de los lejanos cuervos que perpetúan su reinado.
Los expositos murieron en mis manos y no pude hacer nada para evitarlo. Una vida de tres días comunes.
El recuerdo de un tiempo que habita en mis pasos, que muestra que no forma parte de mis historia actual…y que no duele ya.
Qué bueno. Sí.
ResponderEliminarM'encanta! Té ritme i força i transmet moltíssim... Chapeau!
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