viernes, 21 de noviembre de 2008

PAISAJES DE INFANCIA

Me detengo por un momento en la barba poblada del profesor Mínguez, esa barba que esconde apenas perceptible una cicatriz añeja con dos pequeñas hendiduras que montan guardia en su extremo inferior, sorteando la dirección marcada y que dan una nota de extravagancia al conjunto.
Continuo observándole allí sentado, al lado de la pizarra mientras el barullo de la clase y los aviones sobrevolando las cabezas de mis compañeros reclaman mi atención.
El profesor Mínguez con su apuesto aspecto de chaqueta de pana y vaquero progre, resulta ser un ex icono de la literatura adulta y soprende por ese aire perdido de voyeur espontáneo de realidades.
Los acontecimientos desplazan la imagen de la secuencia a los alumnos que se increpan con gritos mientras el profesor Mínguez continúa impasible, sentado con pose de módelo a lo Sabina, hablándonos de Cervantes y del Real Madrid.
Los pupitres de madera con tintero y cajón, aquel olor a tiza, el olor a frito que bajaba por el patio y aquellas clases de literatura, historia y educación física en aquel colegio que hoy ya no existe, que forma parte ahora de otra manera de ver la cultura, pertenecen a un paisaje de infancia que siempre vuelve a mi memoria.

A Pilar Folch, en su memoria.
Una de las mejores profesoras,
Una de las mejores personas que conocí.

1 comentario:

  1. Es de bien nacidos, el ser agradecidos.
    ¡Olé estos bonitos elogios a estos dos maestros!
    Anónimo Juanan

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