jueves, 3 de abril de 2014

MEMORIA ALIENA

Es fácil contemplar el paisaje desde el acomodado camino. Escuchar las campanas de la catedral. Ver desaparecer las nubes en los escaparates del barrio Viejo. Observar la vida de las ventanas. Escuchar el ruido de las calles, el bullicio de fondo. Sucumbir a un café con leche en la calle Llibreteria y perderse un rato entre los turistas para contemplar y percibir que la vida continua, que nada se para, que todo transcurre en una secuencia de movimientos ajenos a las secciones individuales y personales, a lo que nos pasa  por dentro, lo que atraviesa nuestras existencias y nos grita irremediablemente que no dejemos de movernos, de cambiar, de perseguir todo aquello que encienda  nuestras neuronas atrofiadas, que nos devuelva un papel protagonista en una película que no tendrá un final esperado.
Recordar que todo lo que sucede, sólo pasa una vez y que el misterio de captarlo o de dejarlo pasar a nuestro lado puede marcar el destino de nuestras pequeñas vidas.

Las cartas que descubrí cuando desmontaba el piso de mi abuelo me llevaron a Francia.
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Aquí comienza mi "Memoria Aliena",  de nuevo escribiendo

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