Dícese del síndrome traumático que padecen aquellos que no quieren volver a sus puestos de trabajo después de unas merecidas vacaciones.
También dícese del síndrome que nos ocupa a todos aquellos que no queremos volver a la realidad. A esa realidad de los lunes por la mañana.
Y aunque prometí no atormentar a los lectores hasta mediados de septiembre, las ganas de volver a escribir han dirigido mis dedos hacía el teclado del ordenador en esta tarde calurosa de verano, en estos últimos coletazos de treinta y tantos grados de este mes de agosto casi, casi caducado.
El color del verano ha sido el azul (azul periquito, azul turquesa, azul tropical….), me he dado cuenta que no puedo vivir sin este color.
Y de vuelta a mi añorada ciudad (Roda el món i torna al Born), he vuelto a asomarme a la Rambla y a observar a las gentes que disfrutan de la sobremesa en el café Zurich. Y le he explicado bajito lo mucho que la he echado de menos, a pesar de todos sus males y dolencias.
Nunca digas…..
Que de todo lo vivido solamente se saca una enseñanza: nunca pierdas el buen camino.
Pasando a otros menesteres, es hora de reencontrarse con los pinceles y redecorar nuevos espacios blancos físicos o abstractos. Sacarle punta a los lápices y poner nombre a los cuadernos.
Gobernar los vientos para que soplen a favor y nos traigan buenos augurios en esta vuelta a todo.
Nos ha dejado Umbral, señores.
El estado crítico del jugador del Sevilla : Antonio Puerta que con 22 años se debate entre la vida y la muerte aparece en el parte de las 3 al lado del infierno griego y el desamparo peruano. No es agradable volver así. Al final uno se acaba insensibilizando, me dicen por ahí pero yo no quiero creerlo.
Suerte que el síndrome tiene una duración de 7 días laborables, (consulte a su farmacéutico) y no presenta efectos secundarios.
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